martes, 23 de febrero de 2016

DOCUMENTO HISTÓRICO 11.1.

TEXTO:

CONVENIO DE VERGARA: 



Convenio celebrado entre el Capitán General de los Ejércitos Nacionales D. Baldomero Espartero y el Teniente General D. Rafael Maroto.
Art. 1º. El Capitán General don Baldomero Espartero recomendará con interés al Gobierno e cumplimiento de su oferta de comprometerse formalmente a proponer a las Cortes la concesión o modificación de los fueros.Art. 2º. Serán reconocidos los empleos, grados y condecoraciones de los generales, jefes y oficiales, y demás individuos dependientes del ejército del mando del teniente general D. Rafael Maroto, quien presentará las relaciones con expresión de las armas a que pertenecen, quedando en libertad de continuar sirviendo defendiendo la Constitución de 1837, el trono de Isabel 2ª y la Regencia de su augusta Madre, o bien de retirarse a sus casas los que no quieran seguir con las armas de fuego.Art. 3. Los que adopten el primer caso (…) tendrán colocación en los cuerpos del ejército[…] Art. 4º. Los que prefieran retirarse a sus casas siendo generales y brigadieres obtendrán su cuartel para donde lo pidan con el sueldo que por reglamento les corresponda: los jefes y oficiales obtendrán licencia limitada o su retiro según reglamento. […]
Ratificado este convenio en el cuartel general de Vergara, a 31 de agosto de 1839. – El Duque de La Victoria. – Rafael Maroto.-Vitoria



COMENTARIO:

El convenio de Vergara es un texto histórico jurídico, de carácter político militar. Es una fuente primaria ya que no ha sufrido modificaciones posteriores. Con su nombre, indica es un convenio, es decir, un pacto o acuerdo entre las partes beligerantes, ratificado por los dos generales de los ejércitos isabelinos y carlistas, Espartero, titulado Duque de la Victoria, y don Rafael Maroto. La fecha y el lugar de la firma del documento vienen expresados al pie del mismo: 31 de agosto de 1839 en Vergara (Guipúzcoa). 
Va dirigido en concreto a los militares y soldados de los dos ejércitos combatientes, y, en general a todo el pueblo español. Los autores son el general Espartero, uno de los protagonistas del reinado de Isabel II y el general Maroto, dirigente del bando carlista.

El contenido del texto es sumamente conciliador. Más que un acuerdo de paz, en el que los vencedores aplastan a los vencidos y los someten al pago de impuestos de guerra o los hacen prisioneros, este Convenio, conocido también como Abrazo de Vergara, es un acuerdo para la satisfacción de ambas partes, ya que el vencedor, Espartero, promete hacer lo posible para que los fueros de los territorios carlistas sean restablecidos, así como el mantenimiento de los cargos militares con sus emolumentos a todos los que han luchado en el bando carlista, como así lo hicieron muchos, entre otros, el propio Maroto. También se 3 concede la posibilidad de que los militares que no deseen jurar la Constitución de 1837 y a la reina Isabel II, se puedan retirar a sus casas, con el sueldo que les correspondiese. Es pues un pacto entre caballeros, que, a pesar de ello, no satisfizo al aspirante al trono, don Carlos María Isidro que huyó a Francia. El acuerdo parece producto de la voluntad de Espartero y es que el poder político iba a inclinarse hacia el ejército y, en particular, hacia la figura del «caudillo», el general y salvador que podía hacer y deshacer gobiernos a su antojo o ponerse personalmente al frente de la administración, utilizando al mismo tiempo su poder para asegurarse la fidelidad de sus partidarios entre el cuerpo de oficiales. En este sentido, todo giraba ahora en torno a la a la persona de Baldomero Espartero, de una gran vanidad, se deleitaba con la adoración popular y era muy proclive a adular a las masas urbanas. Sin embargo, el Convenio de Vergara fue sólo un paréntesis en el problema carlista. La segunda guerra se reanudará en 1846 y perdurará hasta 1849, dirigida ahora por el aspirante conocido como Carlos VI. Una tercera guerra estallará tras el derrocamiento de Isabel II en 1868, dirigida por Carlos VII y con varias fases, coincidiendo con el reinado de Amadeo de Saboya, la I República y la Restauración borbónica en la figura de Alfonso XII. No obstante, la derrota del carlismo representó una lenta pero imparable implantación en España de un régimen liberal.

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